miércoles, 9 de noviembre de 2016

Un breve relato,"¿En que momento se jodió el Perú?".


Desde la puerta de "La Crónica", Zabalita mira la avenida Tacna, sin amor: 

Automóviles, edificios desiguales y descoloridos, esqueletos de avisos luminosos flotando en la neblina, el mediodía gris. ¿En qué momento se había jodido el Perú?.

Los canillitas merodean entre los vehículos detenidos por el semáforo de Wilson voceando los diarios de la tarde y él echa a andar, despacio, hacia la Colmena.

Las manos en los bolsillos, cabizbajo, va escoltado por transeúntes que avanzan, también, hacia la plaza San Martín. Él era como el Perú, se había jodido en algún momento. Piensa: Pero¿en cuál?.

Frente al Hotel Crillón un perro viene a lamerle los pies: no vayas a estar rabioso, fuera de aquí. ¡El Perú jodido! –piensa- ¡mi amigo Carlitos jodido!, todos jodidos. Dice: no hay solución [...]; Santiago se acuerda de esta pequeña introduccion en su libro de colegio, una obra que marcó casi la gran parte de su infancia.

¿La pregunta seguirá vigente hasta el día de hoy?, se pregunta Santiago: ¿En qué momento se jodió el Perú?, ¿Qué habrá pasado con Zabalita?, y acaso ¿seguirá más jodido el Perú?. 

Sale del aeropuerto Jorge Chavez y lo primero que hace es ir a una librería que se encuentra cerca del aeropuerto, para comprar el segundo libro escrito por Mario Vargas Llosa, su escritor favorito, toma un taxi, guarda su equipaje en la maletera del vehículo y se sienta cómodo para empezar a leer su primer capítulo, toma al rededor de un par de horas más para llegar de vuelta a su antiguo barrio y -¿cómo terminó el Perú?-, se pregunta.

Hace ya décadas que el mismo autor, premio nobel de literatura, busca una solución a su propia interrogante en las calles y siempre termina con las mismas respuestas:

"Es que los peruanos siempre terminamos echándole la culpa a quienes nos han gobernado"

Es mas fácil decir para nosotros que nuestro Perú se hundió por la reforma agraria de Velasco, o por que el arquitecto no le dio importancia al terrorismo, o por culpa del primer gobierno de Alan y su tren cargado de inflación e inoperancia económica, por culpa del autogolpe, los vladivideos y la corrupción en el gobierno Fujimori, por culpa de los whiskies y la hora cabana, por culpa de la mayoría de la clase política que gobernó y gobierna el Perú y que sigue viviendo en el escándalo y en la corrupción.

Pero Santiago más allá de todo esto, piensa: por más que queramos deslindar nuestra responsabilidad por la crisis social que asfixia al Perú, nosotros los peruanos, compartimos demasiados hábitos que nos hacen parecidos a quienes culpamos y criticamos.


Porque por ejemplo, -se dice- "Aun creemos que la criollada se tiene que celebrar como si fuera parte de nuestro orgullo nacional".

Somos vivos, y por eso  ganamos los trabajos no por nuestro esfuerzo o talento, nos colamos en la fila para que nos atiendan primero, otras veces aceleramos en ámbar y nos pasamos la luz roja, porque así llegamos más rápido, somos tan vivos que robamos la señal de cable, robamos electricidad y no nos consideramos ladrones, reclamamos que haya justicia y se acabe la corrupción, pero le pagamos veinte soles a un policía para que no nos ponga papeleta, o al juez para que abogue por nuestra causa, jamás le damos el pase a un transeunte en el cruce peatonal por que en el Perú, si no eres vivo no eres nadie.

¿Pero si somos tan vivos?- se pregunta- ¿por qué tiramos la basura en la calle?, como si la ciudad perteneciera a cualquiera menos a nosotros, ¿por qué estamos tan interesados en saber que vedette trampea con que jugador?, en vez de conocer algo sobre nuestra historia, nuestra economía, nuestra literatura o al menos saber cuáles son nuestros derechos más elementales,  ¿porqué dejamos que un paquete de fideos, un taper, una gorrita o un calendario  regalado sea el mejor argumento de un político para llevarse nuestro voto?, porque cuando algún peruano hace algo bueno decimos que parece hecho en el extranjero, como si eso fuese más meritorio, porque no nos sentimos orgullosos de nuestra diversidad cultural y porque si somos tan vivos seguimos alimentando este círculo vicioso que no nos deja avanzar como sociedad y nación.

Es cierto -se dice asi mismo-, que nuestros niveles educativos dan pena, y si queremos llegar a ser un país con posibilidades de desarrollo se tiene que invertir en escuelas y capacitar a los maestros, pero de que nos servirá una buena educación fuera de casa, cuando dentro educamos a nuestros hijos dándoles el peor ejemplo.

Es cierto que se necesitan medidas urgentes para frenar la ola de delincuencia y violencia que azota al país. Pero ¿de que nos servirá pacificar las calles cuando en nuestros hogares la violencia física y psicológica parece haberse institucionalizado?, es cierto que se necesita una verdadera reforma judicial para que en el Perú se pueda hablar de justicia, pero de que servirá lograrlo cuando la mayoría de nosotros sigue avalando la ley del más fuerte, del más rico, del más vivo, del más criollo, donde jueces y fiscales bailan al compás del que mejor les revienta la mano, utilizandolos  como si fueran marionetas de trapo.

Es cierto que necesitamos mejores leyes de inclusión social y muchísimos más proyectos de integración. Pero de que nos servirán estas leyes y proyectos si hasta el día de hoy la publicidad y televisión peruana define nuestros estratos socioeconómicos por el color de la piel y a nadie le parece raro, si hasta el día de hoy seguimos avergonzándonos de nuestras diferencias o sintiéndonos superiores por estas mismas diferencias.

Es cierto que es mucho más fácil de echarles la culpa de absolutamente todo a nuestros gobernantes, a la televisión basura, a las inmensas transnacionales, a los congresistas, alcaldes, a los cholos, chinos, morenos,  gringos, españoles, o hasta a los propios chilenos.

Pero la realidad es que el Perú se hunde en exacta proporción a esa viveza que alimentamos todos día tras día - piensa- nosotros somos la materia prima con la que se hace este país, y si no corregimos nuestros hábitos, si nuestra materia prima sigue adulterada, cualquier producto que hagamos también saldrá adulterado, y por mas logros que obtengamos en nuestra económica, en los deportes, en las artes, en nuestra gastronomía, por mas orgullosos que nos sintamos de nuestros representantes, de nuestra historia, de nuestras maravillas, o de nuestra creatividad, si no cambiamos estos hábitos seguiremos preguntándonos ¿En qué momento se jodio el Perú?.

Santiago, cansado hasta el hartazgo de tantas conclusiones sóbrias para él sobre el concepto del Perú y de los peruanos, sale del restaurante de donde ya lleva sentado casi una hora y se dirige como por premonición propia o por obra casi inexplicable del mismo destino, siguiendo la descripcion precisa a la cual hace referencia el autor, y llegando así al lugar exacto de donde su libro describe la muy famosa conversacion en la “Catedral”. 


Después de un par de horas de búsqueda, llega a la antigua cantina donde conversaban imaginariamente sus dos personajes, se sienta cerca de la barra y se pide un vaso con wiski. Se queda contemplando la curiosa descripcion que hace Vargas Llosa sobre este lugar.

Un anciano cantinero le sigue con la mirada desde hace ya varios minutos pero Santiago ni cuenta se dá de que esto sucede en realidad.

Después de un tiempo más de acabado su segundo vaso con wiski, mientras mira como discuten unos compadres sobre el partido de futbol del día de ayer en la mesa de al frente, Santiago comienza a formular sus propias respuestas en la cabeza, es muy dificil escontrale una respuesta a una pregunta tan sencilla y a la vez tan agobiante, mientras que metros más allá, el anciano que está en el otro lado de la barra se le acerca y le hace una pregunta muy improvisada y algo dubitativa:

¿Es Ud. el señor Santiago?

Santiago mueve la cabeza como contestando afirmativamente, termina de dar un sorbo a su vaso con wiski, luego voltea su rostro muy someramente hacia el anciano y le dice,- bueno, efectivamente señor,...pero; ¿Cómo es que conoce mi nombre?- le pregunta con bastante extrañeza.

Eso no es de importancia para nadie ahora – le responde el anciano, y con una sonrisa, derrepente expresando alguna alegría aún palpitante en su corazón, y con una voz débil y ronca le vuelve a decir:

Tengo ya reservada una mesa para Ud. señor Santiago,- le dice el viejo mientras camina hacia el otro extremo de la barra, se adentra y luego de un momento sale nuevamente-  por cierto que ésta mesa ya lleva reservada desde hace mucho tiempo atrás para su llegada.

¿para mí?,-responde Santiago- “Pero quien me ha de querer reservar una mesa”, …no lo entiendo

-Esto más que una pregunta para el viejo cantinero le suena como una pregunta hecha para sí mismo-.

Una mesita vacía sobre un antiguo balcón ya crujiente al contacto con las primeras pisadas, hecho de madera tallada, una botellita de pisco, un vasito; y el ejemplar de un libro. –¡Que diablos!- se dice Santiago, leyendo un mensaje escrito a puño y pluma sobre la guarda anterior de la portada de este nuevo libro:

“…¡Qué!... ¿Sorprendido?... Seguro que ya ni te acordabas. –comienza a leer en el libro-

Si estás leyendo esto, es que ya han pasado casi veinte años. Espero que no hayas perdido pelo o ganado arrugas.

"Como te conozco, y me conozco, y sé que como humanos podemos haber olvidado algunas cosas que aprendimos hace veinte años, he decidido redactarlas en la primera página de este libro, mi tercer libro publicado hace ya algunos años, tan solo para recordártelas".

"Recuerda que hubo un tiempo en el que fuimos compatriotas, no solamente amigos, o compañeros, o hermanos ni mucho menos simples conocidos. En el que para encontrar el camino hacia cualquier lado, nos guiábamos por la simple curiosidad y la amabilidad de los transeúntes, no por una simple aplicación de celular que se utiliza hoy en día; y no necesitábamos reserva para pasar una gran noche, y tú lo sabes".

“Si eres feliz, cierra este libro…”

[…]; […]; [...]
[...]; [...]
[...]

-Ah, veo que sigues ahí-

"Recuerda que aquí siempre tuviste tiempo para hacer amigos y para aprender cosas nuevas".

Aprender que hubo un tiempo en el que el mundo entero decía “No se puede” y la ilusión de un país como el nuestro demostró que el mundo estaba equivocado.

Y sobre todo, recuerda que la vida es solo una inmensa sucesión de momentos, tanto dentro de un país como en el de una sola persona, y que depende de nosotros mismos el cómo las deseemos seguir viviendo.

Y bueno: “Después de visitado, recorrido, descubierto y vivido en los lugares donde hayas estado durante todos estos veinte años, o bueno, donde hayamos vivido durante todo este tiempo, recuerda por favor, cuando estuvimos viviendo en nuestra patria, nuestra eterna casa, la casa que siempre nos seguirá esperando… la casa que no le importaba si eras pobre o rico ...¡el Perú! y lo dichosos que nos sentíamos todos nosotros, a pesar de la pobreza que nos hundía y todas las peripecias que pasamos de jóvenes,… pero por sobre todo lo orgulloso que nos sentimos siempre… de ser peruanos”...

Para un buen amigo y lector de siempre.

Atte. De su amigo y escritor favorito
                                                            -M.V.L.-.

Eran las cinco y treinta de la tarde, Santiago, que no tenía razón alguna para llorar, pero que sin embargo estaba llorando, "eran casi veinte años tratando de responder una simple pregunta" - se dijo - cerró el libro, alzó la mirada por sobre el balcón de madera y recuerda que no vio nunca jamás un sol tan ardiente y resplandeciente, como el intenso Sol de los antiguos incas, brillando sobre el anaranjado atardecer de uno de los cielos mas grises.

Sobre sus faldas una urbe colosal donde se erguían gigantescas industrias, centros comerciales, boulevares, ciudades, escuelas, universidades, distritos, parques, museos, avenidas, puentes y hospitales. 

Edificios vertiginosos, que iban abriéndose paso de diestra a siniestra entre todas estas cosas, mostrándose ante sus ojos como un panorama esplendoroso, luces, alegría, fiesta, colores y sabores, todos concentrados en una sola ciudad madre acogedora de todas las sangres, como por arte de magia, como si el propio Dios hubiera provocado todo esto como por capricho y voluntad propia, Santiago, fascinado hasta el alma, perplejo y sintiendo como el correr de su propio éxtasis le fluía hasta por los poros del cuerpo, de las manos, de sus brazos, ¡hasta el alma!, impresionado por lo que estaba viendo y viviendo, abrió la primera pagina del libro y leyó como título de portada una nueva pregunta para Zabalita:
 -¿En que momento se levantó el Perú?-.


[Un breve relato compuesto en el inicio por una breve entrada que hace Mario Vargas Llosa en su obra "Conversacion en la Catedral"]. Aquí todos los enlaces que fueron tomados para la composicion de este relato.:  


No hay comentarios.:

Publicar un comentario

¡Gracias por todos sus comentarios!