miércoles, 2 de noviembre de 2016

Un breve relato,"La ascensión de Jesús a la derecha del Padre"


(Mt. 28.1-10; Mr. 16.1-8; Jn. 20.1-10) 

El primer día de la semana, muy de mañana llegaron al sepulcro, Maria Magdalena, Juana y María la madre de Jacobo, trayendo las especias aromáticas que habían preparado, y algunas otras mujeres más con ellas. Y hallaron removida la piedra del sepulcro; y entrando, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús.

Aconteció que estando perplejas por esto, he aquí se pararon junto a ellas dos varones con vestiduras resplandecientes; y como tuvieron temor, y bajaron el rostro a tierra, les dijeron: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?, no está aquí, sino que ha resucitado. Acordaos de lo que os habló, cuando aún estaba en Galilea, diciendo: “Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y que sea crucificado, y resucite al tercer día”.

Entonces se acordaron de sus palabras y volviendo del sepulcro, dieron nuevas de todas estas cosas a los once, y a todos los demás. Fueron ellas mismas, y las demás que con ellas estaban, quienes dijeron estas cosas a los apóstoles, mas a ellos les parecían locura las palabras de ellas, y no las creían. Pero levantándose Pedro, corrió al sepulcro; y cuando miró dentro, vio los lienzos solos, y se fue a casa maravillándose de lo que había sucedido.

(Mr. 16.12-13)
Y he aquí, dos de ellos iban el mismo día a una aldea llamada Emaús, que estaba a sesenta estadios de Jerusalén e iban hablando entre sí de todas aquellas cosas que habían acontecido.

Sucedió que mientras hablaban y discutían entre sí, Jesús mismo se acercó, y caminaba con ellos. Mas los ojos de ellos estaban velados, para que no le reconociesen. Y les dijo: ¿Qué pláticas son estas que tenéis entre vosotros mientras camináis, y por qué ustedes estáis tristes?

Respondiendo uno de ellos, que se llamaba Cleofas, le dijo: ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no has sabido las cosas que en ella han acontecido en estos días?

Entonces él les dijo: ¿Qué cosas? Y ellos le dijeron: De Jesús nazareno, que fue varón profeta, poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo; y cómo le entregaron los principales sacerdotes y nuestros gobernantes a sentencia de muerte, y le crucificaron. Pero nosotros esperábamos que él era el que había de redimir a Israel; y ahora, además de todo esto, hoy es ya el tercer día que esto ha acontecido. Aunque también nos han asombrado unas mujeres de entre nosotros, las que antes del día fueron al sepulcro; y como no hallaron su cuerpo, vinieron diciendo que también habían visto visión de ángeles, quienes dijeron que él vive. Y fueron algunos de los nuestros al sepulcro, y hallaron así como las mujeres habían dicho, pero a él no le vieron.

Entonces él les dijo: !!Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho!; ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria?, y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían.

Llegaron a la aldea adonde iban, y él hizo como que iba más lejos, mas ellos le obligaron a quedarse, diciendo: Quédate con nosotros, porque se hace tarde, y el día ya ha declinado. Entró, pues, a quedarse con ellos. Y aconteció que estando sentado con ellos a la mesa, tomó el pan y lo bendijo, lo partió, y les dio. Entonces les fueron abiertos los ojos, y le reconocieron; mas él se desapareció de su vista.

Y se dijeron el uno con el otro: ¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?;  Y levantándose en la misma hora, volvieron a Jerusalén, y hallaron a los once apóstoles reunidos, y a los que estaban con ellos, que decían: “Ha resucitado el Señor verdaderamente, y se ha aparecido a Simón”. Entonces ellos contaron las cosas que les habían acontecido en el camino, y cómo le habían reconocido al partir el pan.

(Mt. 28.16-20; Mr. 16.14-18; Jn. 20.19-23)
Mientras ellos aún hablaban de estas cosas, Jesús apareció en medio de ellos, y les dijo: “Paz a vosotros”. Entonces, espantados y atemorizados, pensaron que veían a un espíritu. Pero él les dijo: ¿Por qué estáis turbados, y vienen a vuestro corazón estos pensamientos?; Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo. Y diciendo esto, les mostró las manos y los pies.

Y como todavía ellos, de gozo, no lo creían, y estaban maravillados, les dijo: ¿Tenéis aquí algo de comer?, entonces le dieron parte de un pez asado, y un panal de miel. Y él lo tomó, y comió delante de ellos y les dijo: “Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos”.

Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras; y les dijo: “Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén”. Y vosotros sois testigos de estas cosas. He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto.

(Mr. 16.19-20)
Y los sacó fuera hasta Betania, y alzando sus manos, los bendijo. Y aconteció que bendiciéndolos, se separó de ellos, y fue llevado hacia al cielo. Ellos, después de haberle adorado, volvieron a Jerusalén con gran gozo; y estuvieron siempre en el templo, alabando y bendiciendo al Señor su Dios. 

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