jueves, 27 de octubre de 2016

Un breve relato quechua,"La leyenda Inkari"

“Con los siglos crecerá vuestra gloria”… “como crece la sombra cuando el sol declina", esta frase se encuentra inmortalizada a la posteridad sobre una piedra maciza de granito en la plaza de armas del distrito de Azángaro en Puno, ¿Quiénes la hicieron? antiguos patriotas quechuas que se las dedicaron a Simón Bolívar por motivo de su honrosa llegada, allá por el año 1825.

Este mismo significado, tan arraigado en la comunidad andina, de la espera ferviente de una nueva temporada de abundancia y prosperidad para sus tierras, tal vez, en un periodo de tiempo no tan cercano todavía, otrora felicidad andina de antiguos tiempos, momentos gratos para ellos, en donde gobernaban muy dichosos los antiguos hijos del sol, este mismo significado es que tiene y tuvo la ya muy difundida leyenda del Inkari por esos tiempos de genocidio.

“Eran pocos y vinieron del norte, ¿Por qué nos vencieron? la pólvora y sus caballos, esos que no conocíamos en estas tierras. Esa fue la ventaja de los invasores.”

“Pizarro mató al Inca en Cajamarca y se abalanzó sobre el Cusco. A golpes de hacha entró en el sagrado Templo y nos fue quitando la vida, uno a uno así, a cada hijo del sol que encontró a su paso; que le impedía su camino”.

¡Lo destruyeron todo!. Convirtieron en lingotes los tesoros antiguos, los brazaletes, hasta las estatuas de llamas de oro macizo que adornaban el Qorikancha, maravillas guardadas durante todas nuestras generaciones. No respetaron nada, ni a las momias de nuestros antepasados.

Cayó el imperio de los hijos del Sol, y comenzó uno a uno, cabeza por cabeza, uno de los tal vez, peores genocidios ocurridos sobre la faz de la tierra.

Cristianizados a la fuerza, obligados a escoger entre la cruz o la espada, los quechuas supieron mantener su idioma, sus tradiciones y sus dioses, pues este mismo quechua se sigue hablando en el Ecuador, en Perú, Bolivia, en el norte de Argentina y Chile. Quince millones de personas siguen empleando la lengua inca.

“Cuando llega la noche larga, el solsticio de invierno, celebramos el Inti Raimi. Le pedimos al dios Sol que vuelva, que nos siga esperando, que no se aleje de nosotros.”

Después de degollar a Tupac Amaru en la plaza del Cusco, su cuerpo fue descuartizado. Enviaron la cabeza a Tinta, donde había nacido. Los brazos a Tungasuca, las piernas a Livitaca. El resto fue quemado y arrojado al río. Uno de los antiguos indigenistas relata:
“Coronarán con sangre su cabeza; sus pómulos con golpes y con clavos sus costillas”.
“Le harán morder el polvo. Lo golpearán: ¡Y no podrán matarlo!, lo pondrán en el centro de la plaza, boca arriba mirando el infinito. Querrán romperlo y no podrán romperlo”.

“Querrán matarlo y no podrán matarlo. Querrán descuartizarlo, triturarlo, mancharlo, pisotearlo”…”Tiempo depués de todos sus sufrimientos, cuando ya se crea todo consumado, gritando libertad sobre la tierra, ha de volver. ¡Y no podrán matarlo!”.
¡Inkarri!… “Inkarri”… Inkarri… Tupac Amaru no ha muerto… Tupac Amaru vuelve…
Dicen los indios que sus cenizas están vivas. Que bajo tierra los miembros despedazados de Tupac Amaru están buscándose, juntándose, para volver, para liberar a su pueblo. Dicen que son las mismas almas de los antiguos hijos del sol las que le repiten al Qorikancha: “inkarri”… “inkarri”… “el Inca Rey no ha muerto”.

También alegan que ahora sus brazos son los indígenas del Chimborazo en Ecuador, que sus piernas son los campesinos del Chapare boliviano. Que su memoria se recupera en Santiago del Estero, al sur, y su sangre aún mana en Pasto, por los lados de Colombia.

“Llegará un día cuando su cuerpo se vuelva a juntar, y esto tendrá lugar en algún punto cardinal del Perú profundo, tal vez sean los antiguos quechuas, ... o tal vez sean los actuales peruanos. Ese día amanecerá en el anochecer. Y se alzará nuevamente el arcoiris, una “wiphala” en el cielo, anunciando un suspiro de paz,… de justicia y de igualdad para estas tierras ”.

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