[…] Años después, siendo ya un hombre, el muchacho regresó a la
aldea y a la playa de su infancia. Esta vez no pretendía rescatar ningún tesoro del fondo del mar;
tal vez todo aquello había sido fruto de su imaginación, y jamás había
escuchado las campanas sumergidas en una tarde perdida de su infancia. Aun así,
resolvió pasear un poco para
de nuevo oír el ruido del viento y el canto de las gaviotas. Cuál no
sería su sorpresa al ver, sentada en la arena, a la misma mujer que le había hablado de la misteriosa isla con su
templo hace ya varios años.
- ¿Qué hace usted aquí? –
preguntó el niño.
- Esperar por ti - respondió ella.
Él se fijó en que, aunque habían
transcurrido muchos años, la mujer conservaba la misma apariencia: el velo que
escondía sus cabellos no parecía descolorido por el tiempo. Ella le ofreció un
cuaderno azul, con las hojas en blanco. - Escribe:
“Un guerrero de la luz presta atención a
los ojos de un niño. Porque ellos saben ver el mundo sin amargura. Cuando él
desea saber si la persona que está a su lado es digna de confianza, procura
verla como lo haría un niño”.
- ¿Qué es un guerrero de la luz? - Tú lo sabes - respondió ella, sonriendo -.
Es aquel que es capaz de entender el milagro de la vida, luchar hasta el final
por algo en lo que cree, y entonces, escuchar las campanas que el mar hace
sonar en su lecho.
Él jamás se había creído un
guerrero de la luz. La mujer pareció adivinar su pensamiento. - Todos son
capaces de esto. Y nadie se considera un guerrero de la luz, aun cuando todos sepamos que él lo sea. Él
miró las páginas del cuaderno. La mujer sonrió de nuevo. - Escribe sobre el
guerrero - le dijo.
“Un guerrero de la luz nunca olvida la
gratitud”. Durante su lucha, es ayudado por todos y cada uno de sus ángeles; las fuerzas
celestiales colocaron cada cosa en su lugar y permitieron que él pudiera dar lo
mejor de sí. Los compañeros comentan: "¡Qué suerte tiene!". Y el
guerrero a veces consigue mucho más de lo que su capacidad permite. Por eso,
cuando el sol se pone, se arrodilla y agradece el Manto Protector que lo rodea.
Su gratitud, no obstante, no se limita al mundo espiritual; él jamás olvida a
sus amigos, porque la sangre de ellos se mezcló con la suya en el campo de
batalla. Un guerrero no necesita que nadie le recuerde la ayuda de los otros;
él se acuerda solo y reparte con ellos la recompensa.
Todos los caminos del mundo
llevan hasta el corazón del guerrero; él se zambulle sin vacilar en el río de
las pasiones que siempre corre por su vida. El guerrero sabe que es libre para
elegir lo que desee; sus decisiones son tomadas con valor, desprendimiento y -
a veces - con una cierta dosis de locura. Acepta sus pasiones y las disfruta
intensamente. Sabe que no es necesario renunciar al entusiasmo de las
conquistas; ellas forman parte de la vida y alegran a todos los que en ellas
participan. Pero jamás pierde de vista las cosas duraderas, y los lazos creados
con solidez a través del tiempo. Un guerrero sabe distinguir lo que es pasajero
de lo que es definitivo.
Un guerrero de la luz no cuenta
solamente con sus fuerzas; usa también la energía de su adversario. Al iniciar
el combate, todo lo que él posee es su entusiasmo y los golpes que aprendió
mientras se entrenaba. A medida que la lucha avanza, descubre que el entusiasmo
y el entrenamiento no son suficientes para vencer: se necesita experiencia.
Entonces él abre su corazón al Universo y pide inspiración a Dios, de modo que
cada golpe al enemigo sea también una lección de defensa para él. Los
compañeros comentan: "¡Qué supersticioso es!, paró la lucha para rezar, y
respeta los trucos de su adversario". El guerrero no responde a estas
provocaciones. Sabe que, sin inspiración ni experiencia, ningún entrenamiento
da resultado.
Un guerrero de la luz jamás hace
trampas; pero sabe distraer a su adversario. Por más ansioso que esté, juega
con los recursos de la estrategia para alcanzar su objetivo. Cuando ve que
están acabando sus fuerzas, hace que el enemigo piense que no tiene prisa.
Cuando necesita atacar por la derecha, mueve sus tropas hacia el lado
izquierdo. Si pretende iniciar la lucha inmediatamente, finge tener sueño y se
prepara para dormir. Los amigos comentan: "Ved cómo ha perdido su
entusiasmo". Pero él no hace caso de los comentarios, porque los amigos no
conocen sus tácticas de combate. Un guerrero de la luz sabe lo que quiere, y no
necesita dar explicaciones.
Un guerrero de la luz sabe que
ciertos momentos se repiten. Con frecuencia se ve ante los mismos problemas y
situaciones que ya había afrontado; entonces se deprime, pensando que es
incapaz de progresar en la vida, ya que los momentos difíciles reaparecen.
"¡Ya pasé por esto!", se queja él a su corazón. "Realmente tú ya
lo pasaste - responde el corazón -, pero nunca lo sobrepasaste". El
guerrero entonces comprende que las experiencias repetidas tienen una única
finalidad: enseñarle lo que no quiere aprender.
Un guerrero de la luz siempre
hace algo fuera de lo común. Puede bailar en la calle mientras se dirige a la lucha, mirar los ojos de un desconocido y hablar de amor a
primera vista, defender una idea que puede parecer ridícula. Los guerreros de
la luz se permiten tales días. No tiene miedo de llorar antiguas penas, ni de
alegrarse con nuevos descubrimientos. Cuando siente que llegó el momento, lo
abandona todo y parte hacia su aventura tan soñada. Cuando entiende que está en
el límite de su resistencia, sale del combate, sin culparse por haber hecho
alguna locura inesperada. Un guerrero no pasa sus días intentando representar
el papel que los otros escogieron para él.
Todo guerrero de la luz ya tuvo
alguna vez miedo de entrar en combate.
Todo guerrero de la luz ya
traicionó y mintió en el pasado.
Todo guerrero de la luz ya
recorrió un camino que no le pertenecía.
Todo guerrero de la luz ya sufrió
por cosas sin importancia.
Todo guerrero de la luz ya creyó
que no era un guerrero de la luz.
Todo guerrero de la luz ya falló
en sus obligaciones espirituales.
Todo guerrero de la luz ya dijo
sí cuando quería decir no.
Todo guerrero de la luz ya hirió
a alguien a quien amaba.
Por eso es un guerrero de la luz;
porque pasó por todo eso y no perdió la esperanza de ser mejor de lo que era.
Dice un poeta: "El guerrero
de la luz escoge a sus enemigos". Él sabe de lo que es capaz; no
necesita andar por el mundo contando sus cualidades y virtudes. Sin embargo, a
cada momento aparece alguien queriendo probar que es mejor que él. Para el
guerrero, no existe "mejor" o "peor"; cada uno tiene los
dones necesarios para su camino individual. Pero ciertas personas insisten.
Provocan, ofenden, hacen todo lo posible para irritarlo. En este momento, su
corazón dice: "No aceptes las ofensas, ellas no aumentarán tu habilidad.
Te cansarás inútilmente". Un guerrero de la luz no pierde su tiempo
escuchando provocaciones; él tiene un destino que debe ser cumplido. […]
NOTA: Fragmentos del best Seller “El Manual del
Guerrero de la Luz” del famoso escritor Paulo Coelho.
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